martes, 1 de noviembre de 2011

Uno y segundo

Estoy solo. La puerta se cerró y el perro quedó del otro lado. Esto lo estoy escribiendo porque he leído cosas así, vi películas así y esas son mis mayores experiencias sobre el tema. ¿Qué tema? Estar solo, en una pequeña habitación con un perro grande y baboso detrás de la puerta. Hasta hace un rato rasguñaba la madera y olfateaba por el pequeño espacio que hay entre la puerta y el piso.
Adentro hay luz eléctrica. Es un baño. Tiene una escoba y un balde roto. La puerta no está cerrada con llaves, yo podría abrirla y salir pero el perro me devoraría vivo. Voy a esperar hasta que se aburra o sienta hambre y deba ir en busca de alimento. 
Ya no raspa la madera con sus garras, está allí, camina de lado a lado y cada tanto se hecha a esperar.
Orinó en la puerta, siento el olor y parte del orín pasó para este lado.

 Anoche aulló como un lobo y gruñó detrás de la puerta. Al amanecer me pareció oír un ladrido lejano que  se confirmó al rato, tan cerca como el del primer perro, detrás de la puerta.
El encuentro fue muy estridente, ladraron mucho y ambos rasguñaron la puerta, me pareció que esta vez la iban a romper. Tuve mucho miedo.
Los identifico cuando ladran, así que los nombré; el primero se llama Uno y el que apareció hoy se llama Segundo. Los nombres se deben, claro está, a como los identifiqué al principio. Al rato no podía pensar en ellos sin unirlos a esas palabras.
Pensarme devorado por dos perros era algo aterrador. Empecé a sentir hambre y los perros también. Aullaban.


Me dormí por unas horas y creo que los perros también. Ahora no los escucho y tengo la sensación de estar solo de ambos lados de la puerta. Tengo miedo que el hambre me engañe y haga salir sea como sea. Voy a esperar un poco más.

Los perros están acá. Más que antes, ahora raspan la puerta con los colmillos y el piso con las garras. Les grité y acometieron con más furia. Me tiré al piso y traté de verlos por los centímetros entre el piso y la puerta. Uno era negro, pero no pude identificar si era Uno o Segundo. Les seguí gritando, con odio, ¡fuera!
Tomé la escoba y golpee fuerte la puerta y los perros se daban contra ella como cascotazos.

¡Fuera! Grité y esta vez no fue tanto a los perros como a mí. Abrí la puerta y los perros no estaban.



5 comentarios:

  1. Parece que no queda otra... el único método para deshacerse de los miedos es enfrentarlos. Ni siquiera huyendo en una carrera desesperada. No. Sólo enfrentarlos.
    Perros, fantasmas, conciencias.

    Saludos!

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  2. Hola, soy estudiante de Literatura del IPA, y quisiera hablar algunos temas contigo. Elvira Blanco me recomendó tu blog. Si podés escribime a fiope_1@hotmail.com.

    Saludos, Fiorella.

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  3. me encanto el texto.

    y con los miedos.... como se pueda.

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  4. ¡Muy buenos estos artículos y cuentos breves, Andresito! Me han dejao pensando: no todos los rothwailers quieren comerse a sus dueños, algunos quieren comerse otros perros... o a personas que no sean sus dueños... "¡Hay que saber perder!", nos advirtió el Pepe por la caja boba aludiendo a la violencia doméstica... Sorry, Pepe, no entendí. Por la Sociedad Obscuriana, hno. Vituperio.

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  5. Me hiciste recordar una situación real que viví. Volví a sentir ese miedo pero, al mismo tiempo, ese tipo de control que aparece para contrarrestarlo.
    Vivía en Villa La Angostura, año 2007. Hacía radio con un amigo, muy temprano. Había nevado. El frío era intenso. Mis pies se hundían hasta las rodillas en la calle que era toda de nieve. Unas pocas luces iluminaban la mañana que todavía era toda noche. Entonces, como una tormenta que aparece y no te da tiempo a encontrar algún techo, se me lanzaron encima unos cinco perros. Ladraban enfurecidos y babeados.
    Sudaba. -10° y yo sudaba. Me hablaba por dentro. "Seguí tranquila. No los mires. Ignoralos." Pero, al mismo tiempo, mi mente me imaginaba con algún miembro menos. Hasta sentí el rasgar de dos colmillos en la parte trasera del jean a la altura de mi rodilla... Pero seguí con mi guerra de aparente indiferencia. Y funcionó.
    Llegué sana y salva a la radio que esa emisión tuvo que soportarme indignada por los dueños de perros que no asumen con compromiso su tenencia.
    Gracias, Andrés.
    Excelente tu texto que, tal vez, habla de otro tipo de "canes" pero me trajo a la piel a aquellos.
    Silvia

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