martes, 15 de abril de 2014


HERMANO ESQUIMAL 2 (la noche del insecto luminoso)

La cantidad de nieve que había caído llegaba a la mitad de la ventana del dormitorio y hacía más oscuras las cortinas. El frío atravesaba las paredes, el espacio entre ellas y la cama, las frazadas y mi ropa hasta mis huesos.
Tomé fuerzas y decidí descolgar un par de camperas del perchero y tirarlas sobre la cama. Estuve apunto de correr las cortinas y ver la devastación del mundo pero tenía pocos minutos de calor así que volví debajo de las frazadas y las camperas hecho un ovillo con los dientes apretados. La montaña de abrigo parcializaba mi visión de la ventana, así que decidí no mirar más, no ver del todo estimula los misterios. Los sonidos llegaban apagados, envueltos en la nieve que caía a montones. La cama crujía de frío o de miedo.
Miré hacia la mesa de luz, prendí la lámpara y se iluminaron las migas del pan que ya me había comido, en el fondo de la taza había un poco de azúcar con café, unas gotas pegajosas que multiplicaban en versiones pequeñas la bombita. Aunque estaba helada la tomé del haza y dejé que resbalara lentamente por la loza hasta mis labios y luego, con un poco de saliva la empujé por mi garganta. Supuse que me haría falta algo de calorías.
Junté con las manos las migas, hice una montaña y luego la empujé al fondo de la taza. Los vidrios habían empezado a crujir, me apuré a limpiar bien la mesa de luz y aprovechar todas las migas de pan. Tenía una linterna chiquita en el cajón, cuando la encontré la nieve ya había empezado a filtrarse hacia adentro. Me hundí en la cama, me tapé hasta la cabeza y esperé. Afuera, el barrio lleno de nieve, metros y metros cubriendo autos, arboles, casas, semáforos, todo desaparecido y blanco, todo blanco.
 Prendí la linterna, creo que ya había entrado bastante más nieve al cuarto, hacía más frío y el reflejo de luz era menor. Tenía que economizar bien aquellas migas de pan mojadas de café, las iluminé con la linterna y aún estaban allí, marroncitas, como hojas de un otoño en miniatura. Apenas intenté esta comparación tuve la sensación de no saber que era “otoño”, como si nunca hubiese tenido una palabra para nombrarlo o como si nunca hubiese tenido la necesidad de hacerlo. La noción del marrón la tenía y de las hojas secas también pero la noción del fenómeno del otoño se me hizo escurridiza por unos instantes.
 Iluminé hacía los pies de la cama, alrededor, había un rollo de papel higiénico aplastado y, como la taza estaba muy fría, la envolví con el papel y luego hice lo mismo con mis pies que empezaban a enfriarse cada vez más. Escuché un árbol caer, o un ruido similar y después los vidrios de mi ventana quebrarse, la nieve entró como una avalancha. Me hice un ovillo, desde adentro de la cama empujé
las paredes y encontré la resistencia de la nieve en los costados. Prendí y apagué la linterna un par de veces, como una luciérnaga que perdió su tribu. Interrumpió esto un fuerte olor a carne cruda o a grasa. Escuché unos pasos y volví al juego de la linterna, cada vez que prendía y apagaba separaba en sílabas “es-toy -a-cá, es-toy-a-cá” yo creía que eso era código morse o algo así, “es-toy-a-cá”.
El olor empezó hacerse cada vez más fuerte y se me llegó a la garganta. Los pasos se acercaron y la linterna se me quedó sin pilas. Tosí con la fuerza que tenía, porque el frío cansa. Me tocaron un par de veces con un palo como cuando se intenta probar un terreno, enseguida me destaparon y me helé.
-¿¡Qué haces!? Dejá que me tape. ¡Que frío que hace! Increpé al esquimal que estaba parado en la cama con las botas empapadas de nieve. En una mano tenía una larga lanza y en la otra un farol que chorreaba cebo. Alrededor se extendía y entraba o salía por lo que quedaba de mi cuatro un lago de escarcha blanca y brillante. Mi cama flotaba como una balsa envuelta en la frazada. Luego me dio un pedazo de grasa.
-Frotátela por el cuerpo, te va a sacar el frío, es de foca. Dijo mientras empezó a remar con las manos. De a poco la cama se desplazó entre la nieve hacia la ventana que estaba abierta , luego agregó.
– Vamos, vamos que todos tenemos un oso que cazar.

5 comentarios:

  1. Me gustó. Hace tanto frío que creo en mi habitación debe haber un esquimal escondido Jaja.Saludos Alison

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  2. "como una luciérnaga que perdió su tribu" Así...

    Perder nociones... Voy a hacer una lista.


    ahora queda (para mi cabeza) unir los relatos.

    Abrazo y un mate caliente!

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  3. Gracias por pasar estos días de frío por La Tortuga Boca Arriba....
    y por el mate.

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  4. Al contrario, don Andresito, ahora estamos muy acalorados/as pero creo que va a ser más fácil cazar algún oso, algún tucu-tucu u otro bicho porque se exponen más a la intemperie... (Un abrazo...).

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